5 de agosto de 2009

Voces primordiales 3

En esta ocasión se tornan los roles y ahora es el hijo el que lee. Los padres actúan en este caso como receptores en vez de donantes. Pero si bien hay una alteración de las funciones no cambia el sentido del ritual: la lectura como un hilo invisible que anuda al niño con sus progenitores. El respeto y el aliento hacia los libros siguen siendo de la misma naturaleza, aunque se manifieste ahora de un modo distinto, aunque modifique el cometido de cada uno de los protagonistas.

El testimonio que hoy aporto procede del libro Intramuros, cuyo autor es el novelista español José María Merino.

"A veces, en la sobremesa de un día festivo, o en vacaciones, tu padre te hace leer en voz alta una poesía, o un cuento. Tu hermano es muy pequeño y está jugando en la cama turca con un rompecabezas, y vosotros tres estáis sentados alrededor de la mesa camilla. En la pared de enfrente hay varios escalones de tablas que sirven de soporte a unos tiestos que ponen en la galería un aire jardinero.

Tu padre pide que leas una poesía en gallego y tú, torpe lector, vas recitando esas palabras cuyo significado apenas intuyes.

Cuando vos oio tocar, campaniñas campaniñas, sin querer torno a chorar.

Por muy confusamente que suenen en tu boca, las palabras despiertan la melancolía materna. Tu madre suspira, y tú descubres como un tesoro esa señal de aflicción y de nostalgia, maravillado de que la simple lectura de unas palabras escritas sea capaz de suscitarla.

Cuando de lonxe vos oio, penso que por min chamades, e das entrañas me doio.

Tu madre suspira, pero sonríe. Por lo tanto su pena no pertenece al espacio de los dolores concretos, sino a otro, que tiene más que ver con los recuerdos, y acaso con las ensoñaciones.

También tienen que ver con los recuerdos La tierra de Alvargonzález, una poesía muy larga y tenebrosa que tu padre vio representar antes de la guerra a la gente de un teatro ambulante que se llamaba La Barraca.

Así, despertadas por tu lectura, las evocaciones diferentes de los dos les devuelven a un tiempo que sólo le concierne a cada uno de ellos, dos tiempos distintos en que tú no existías, y que vinieron a juntarse gracias a la guerra civil, para que tú existieses. Tu lectura es uno de esos sortilegios que permiten viajes mágicos.

Una víspera del día de Todos los Santos, tu padre hace que leas un cuento que se titula El monte de las ánimas. Es la primera vez que descubres esas pisadas lentas, sordas, casi imperceptibles, que se aproximan al lecho de la caprichosa protagonista. Esas pisadas imaginarias han de acercarse luego a tu propia cama muchas veces.

Aquel fue el primero de los cuentos de miedo leídos en tu vida, y cada año volvías a leerlo para tus padres y renovabas el placer de esos espeluznos que la literatura te había desvelado. Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda.

Esa costumbre dura algunos años. En navidad te hacen leer un relato del que tú estás muy orgulloso, pues lo has aportado a aquellas lecturas familiares desde tu libro de lengua del colegio. En el relato, el narrador recuerda sus propias navidades, y un villancico que a tus padres les entristece un poco.

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más.

Recuerdas aquella melancolía, como la melancolía de tu madre cuando leías los versos gallegos. La melancolía era un cuerpo invisible pero palpable, acogedor, que os acariciaba para que compartieseis un estremecimiento de serena tristeza, que a ti se te mostraba como una de las señales indelebles de lo familiar".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bella escena...el hijo leyéndole al padre. Que manera tan bonita de demostrar amor. Uno de mis hijos estuvo yendo este año pasado a un asilo de ancianos, donde también les leía a ellos...¡gracias Juan!

discreto lector dijo...

Una vez más el amor, Ale. Sí, no hay mucho más que decir con respecto a la lectura y el hogar. El gesto de tu hijo leyendo en el asilo es otro hermoso gesto de amor. ¿Me equivoco mucho si pienso que tú has tenido mucho que ver en ello?

Anónimo dijo...

Juan:
mmmm…tuvo que ver la catequesis a la que vamos en familia, porque mira que a mi no se me habría ocurrido. A el le quedó el gusto de ir al asilo de ancianos. Dice que están muy solitos, y disfrutan mucho que les lean. Algunos no aprendieron a leer, así que están descubriendo apenas lo maravillosa que es la lectura.
Un saludo,
Ale.

discreto lector dijo...

¡Por qué complejos caminos transitan los pasos de los lectores y qué destinos tan imprevisibles aguardan a los libros! El gesto de tu hijo, Ale, es admirable. Le transmito mi reconocimiento.