26 de junio de 2009

En la despedida

Fui a despedirme del grupo 'Las palomas', de la Escuela Infantil Arlequín, en Granada, del que ya he hablado. Conté que en su día fui invitado por ellos a hablarles de China y de libros y que mantuvimos una larga conversación sobre los más dispares asuntos y luego les leí algunos cuentos. Al día siguiente, en la asamblea de la mañana, se dedicaron a comentar la visita. Isabel, la maestra, me dio las notas que había tomado mientras los niños me evocaban. Es una descripción tan exacta, tan afectuosa, que no me resisto a reproducir los comentarios que hicieron. Pueden imaginar un círculo de niños y niñas, levantando la mano para intervenir, aportando sus impresiones, matizando o corrigiendo las afirmaciones de sus compañeros:

Con gafas
Alto
Calvo
No. Medio calvo
La cara la tenía demasiado redonda
Sí, como una pelota
Mayor
Más joven que mi padre
Medio mayor y medio joven
Con un maletín
Leía muy bien
No, muy bien no. Fenomenal
A veces era serio
Y a veces sonriente

No caben descripciones más ajustadas a la realidad. Casi tengo la tentación de utilizarlas como perfil para el blog. Me conmovió leerlas. Me sentí elevado y agradecido.

No faltaron, claro está, las evocaciones pictóricas. Reproduzco algunas.




Me asombró además conocer sus temores e incertidumbres. El próximo año acudirán ya a otras escuelas. Se separarán y los nuevos ámbitos les crean inquietud. Saben que en la escuela que abandonan son los mayores y en las escuelas a las que van serán los pequeños. Se saben vulnerables y tienen miedo al cambio. No saben qué les aguarda. Les preocupa saber si serán capaces de responder a lo que se espera de ellos, si sabrán desenvolverse en el mundo. Una niña está dándole vueltas a algo que ya percibe como un gran desafío. Hace unos días le preguntó a su maestra si pensaba que aprobaría el examen de 5º. ¿Cómo imaginará ese examen? ¿Dónde habrá adquirido conciencia de su dificultad? Aún no ha comenzado la enseñanza primaria y ya está preocupada por un porvenir tan remoto. Escuchándolos, me parecía que, a pesar de la diferencia de edad, compartíamos las mismas expectativas, las mismas inseguridades, las mismas aspiraciones. Les deseé suerte y procuré transmitirles confianza. Sé que no van a tener ningún problema, pero de repente me sentí torpe, balbuciente, indeciso. ¿Qué puede uno decirles en esos casos? ¿Cómo subestimar un camino que ellos ven lleno de riesgos y encrucijadas? ¿Cómo librarlos de una experiencia que han de vivir por ellos mismos? ¿Cómo minusvalorar unos desasosiegos tan presentes en sus vidas? Frente a ellos, es fácil entender la fascinación que ejercen tantos cuentos de niños solos en medio del bosque, de brujas y animales amenazantes, de hadas protectoras, de dones y energías para salir adelante. ¿Puede sorprender entonces que el libro que les regalé, 3 brujas, en el que la serenidad, la confianza y la sonrisa de dos niños pequeños resisten y modifican el carácter belicoso de las tres brujas protagonistas, esté pasando incesantemente de mano en mano?



21 de junio de 2009

Verano, Junio, Invierno

Hoy, 21 de junio, tiene lugar el solsticio de verano en el hemisferio norte. Hoy también, en el hemisferio sur, sucede el solsticio de invierno. Mismo día, sensaciones distintas.

Aquellos veranos

Lentos veranos de niñez
con monte y mar, con horas tersas,
horas tendidas sobre playas
entre los juegos de la arena,
cuando el aire más ancho y libre
nunca embebe nada que muera,
y se ahondan los regocijos
en luz de vacación sin tregua,
el porvenir ni tiene término,
la vida es lujo y va muy lenta.

Jorge Guillén


Oda al invierno
(fragmento)

...
Pero eres frío, invierno;
y tus racimos
de nieve negra y agua
en el tejado
atraviesan
la casa
como agujas,
hieren
como cuchillos oxidados.
Nada
te detiene.
Comienzan
los ataques de tos, salen los niños
con zapatos mojados,
en las camas la fiebre
es como
la vela de un navío
navegando a la muerte,
la ciudad de los pobres
que se quema,
la mina
resbalosa,
el combate del viento.

Desde entonces,
invierno, yo conozco
tu agujereada ropa
y el silbato
de tu bocina entre las araucarias
cuando clamas
y lloras,
racha en la lluvia loca,
trueno desenrollado
o corazón de nieve.

El hombre
se agigantó en la arena,
se cubrió de intemperie,
la sal y el sol vistieron
con seda salpicada
el cuerpo de la nueva nadadora.
Pero
cuando viene el invierno
el hombre
se hace un pequeño ovillo
que camina
con mortuorio paraguas,
se cubre
de alas impermeables,
se humedece
y se ablanda
como una miga, acude
a las iglesias,
o lee tonterías enlutadas.
Mientras tanto,
arriba,
entre los robles,
en la cabeza de los ventisqueros,
en la costa,
tú reinas
con tu espada,
con tu violín helado,
con las plumas que caen
de tu pecho indomable.
...

Pablo Neruda

17 de junio de 2009

Colección de sombras

Todo comenzó cuando José Antonio Portillo, artista intensamente ligado al teatro y a los libros, propuso a un numeroso grupo de niños y adolescentes que se formularan una provocadora pregunta, ¿Qué piensa mi sombra?, y a la par que reflexionaran y describieran su 'camino orgánico', ese camino cotidiano y rutinario que marca nuestras vidas y que está pleno de objetos, colores, personas, horizontes, edificios... Las respuestas -divertidas, melancólicas, filosóficas, imaginativas...- no tardaron en llegar. Daban cuenta de pensamientos, observaciones, interrogantes y sueños, es decir, de la belleza de la vida que les salía al paso donde menos lo esperaban: en el cansino itinerario que cada mañana recorrían sin apenas conciencia.

"¿Cómo serán por dentro las sombras de los libros?"
Patricia

"Cuando pienso en aquel portal sin puerta, el anciano todavía está allí"
Laura


"La sombra del vaso de cristal es la leche"
Aitor

"Pienso que puedo volar, y por la noche recorrer todos los lugares donde me gustaría estar. ¡Ojalá!"
Souhaib

"Los reflejos piensan: somos la sombra de la luz"
Alonso P.

El resultado de aquella experiencia emocional e intelectiva fue el libro ¿Qué piensa mi sombra?, editado por Kalandraka, y que está compuesto por las imágenes de las sombras que captaron los propios protagonistas, y a las que adjuntaron breves comentarios personales, y el fotógrafo Jordi Pla. ¡Qué asombrosa puede ser la creatividad de los jóvenes a poco que se les dé una buena excusa para echar a volar su imaginación!

Pero más todavía que la colección de sombras me gusta el dvd que acompaña al libro, obra de Jordi Pla y José Antonio Portillo. Las siete historias de adolescentes narradas en primera persona a partir de sus sombras constituyen un documental de una sencilla, profunda y conmovedora belleza. Por distintos motivos, lo he visto una decena de veces. En ninguna ocasión he dejado de emocionarme. Hay algunos relatos en los que hay que hacer un gran esfuerzo por contener las lágrimas. Dejan a los espectadores silenciosos y pensativos. Si tienen ocasión de leer el libro y ver el documental, háganlo. Se sentirán felices, agradecidos.

12 de junio de 2009

Los niños que trabajan

Hoy, 12 de junio, es (no soy capaz de escribir 'se celebra' o 'se conmemora') el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Convendrán conmigo en que es una de las lacras más terribles de nuestro mundo. Afecta, cómo no, a los países pobres, a las familias pobres. Es un infortunio de pobres. También existe en los países ricos, pero de modo casi marginal. Considero un crimen el secuestro de la infancia, la negación de los goces que consideramos hermosos y necesarios: jugar, pasear con amigos, estudiar, ir al teatro, explorar juntos... Es descorazonador pensar que mientras escribo estas palabras hay niños cosiendo balones para empresas multinacionales, niñas acarreando materiales en fábricas clandestinas, niños transportando pesadas piedras sobre sus cabezas, niñas prostituidas en burdeles infectos, niños enfangados en los arrozales, niñas sirviendo como criadas, niños pastoreando cabras... ¿Cómo podemos aceptarlo? Ya sé que no es nada nuevo, que es el negro precio de la miseria. Eso no evita, sin embargo, que lamente que en mi tiempo, cuando somos capaces de lanzar sondas a Marte e identificar el ADN de un ser humano, pervivan las calamidades de un pasado casi abolido en esta parte del mundo en la que vivo.

La literatura ha dado cuenta de esa desdicha. ¡Cuántos niños y niñas trabajadores han dejado su huella en los cuentos populares y en los libros! Porque, ¿quién es Lázaro de Tormes sino un niño trabajador vagando por Castilla al servicio de un ciego? ¿Y no lo son igualmente Oliver Twist o Kimball O'Hara? ¿Recuerdan el episodio en el que Don Quijote se enfrenta a un labrador que está azotando a un niño al que acusa de haber perdido una oveja? ¿Y cómo catalogar a la pequeña cerillera del cuento homónimo de Hans Christian Andersen? La lista sería interminable.

También la literatura contemporánea es sensible a ese infortunio. Querría hoy hacer mención a algunos libros que lo testimonian. Es una lista personal, complementaria de la que seguramente tendrán ustedes.


No hay tiempo para jugar. Relatos de niños trabajadores, de Sandra Arenal y Mariana Chiesa. Editorial Media Vaca.

El lugar más bonito del mundo, de Ann Cameron. Editorial Alfaguara. Traducción de P. Rozarena.

Los Hermanos Negros, de Hannes Binder y Lisa Tetzner. Editorial Lóguez. Traducción de Eduardo Martínez.

A lo lejos, Menkaura, de Elena O'Callaghan. Editorial Edelvives.

La historia de Iqbal, de Francesco D'Adamo. Editorial SM. Traducción de Rosa Huguet.

Trabajar no es un juego, Varios Autores. Fundación CEAR - Planeta - Debate.

Vendida, de Patricia McCormick. Editorial SM. Traducción de Xohana Bastida.

Los niños de la mina, de Fabian Grégoire. Editorial Corimbo. Traducción de Carlos Fanlo Malagarriga.

El pan de la guerra, de Deborah Ellis. Editorial Edelvives. Traducción de Herminia Bevia

T de trabajo infantil, de Tomás Abella. Editorial Intermón Oxfam.

8 de junio de 2009

Nuevas palabras pintadas

Las escaleras de acceso a la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada, donde trabajo, han vuelto a poblarse de palabras. Al término del pasado curso académico ya fueron adornadas con esas y otras palabras, cuyo brillo fue desvaneciéndose con el paso de los días. Ahora, en las postrimerías del presente curso, como un fruto tardío de primavera, han aparecido otra vez, más coloristas, más diversas.

Las nuevas palabras siguen recordándonos a qué vamos allá, a qué tendríamos que aspirar, a qué reclamaciones deberíamos atender: cooperar, disfrutar, luz, escuchar, autonomía, comprender, empatía, soñar, aventura, imaginar, vivir, respeto, arriesgar, mirar, diversidad, justicia, vivir, leer...

4 de junio de 2009

Si los robots leyeran

Hace ya algunos años, Jerry R. Hobbs, un investigador norteamericano en el campo de la informática y la inteligencia artificial, escribió un artículo cuyo título planteaba una pregunta intelectualmente muy estimuladora: Will Robots Ever Have Literature? [¿Tendrán los robots alguna vez literatura?]. Si desean leerlo completo en la lengua original pueden hacerlo aquí.

La verdad es que no es fácil dar una respuesta satisfactoria. Ni la negativa rotunda, a partir de la condición no 'humana' de los robots, ni la afirmación ligera, en base a la infinitas 'capacidades' de los robots para hacer cualquier cosa, son aceptables. Aunque tal vez lo urgente o lo importante no sea responder a la pregunta de modo inequívoco sino poder reflexionar sobre el asunto.

A mi juicio, Hobbs no nos propone un ejercicio de adivinación, sino un esfuerzo de análisis. Y no tanto sobre las posibilidades de los robots sino sobre la propia literatura. Como afirma en su artículo,
el asunto más interesante, de los más misteriosos y estimuladores, y donde la ciencia cognitiva y la teoría literaria pueden cooperar provechosamente, es determinar qué hace que un texto sea literatura, qué hace que una obra literaria sea buena.

En efecto, no dejamos de preguntarnos qué es la literatura y por qué nos seduce tanto y por qué la seguimos produciendo. Y no acabamos de dar respuestas definitivas. Por lo que vamos sabiendo, una de las características de lo 'humano' es la disposición a pensar narrativamente, a entender la realidad social mediante historias verídicas o ficticias. Y también a imaginar mundos posibles, mundos donde lo interesante es lo probable y no lo cierto. ¿Poseemos entonces los humanos literatura a causa de nuestra débil naturaleza, de nuestras insuficiencias cognitivas, de las limitaciones de nuestro cerebro?

La cuestión sería saber entonces si los robots necesitarían literatura, si les resultaría imprescindible leer ficciones o poemas. Porque leer lo podrían hacer sin dificultades, pero ¿leer literatura? Tal vez no, o sí. ¿Quién sabe? Todo dependería de su programación. ¿Podrían entonces programarse de tal manera que precisaran de textos literarios para vivir o sobrevivir? Y si fuera así, ¿en qué radicaría esa peculiaridad, ese frágil atributo que les acercaría a las necesidades humanas: en la curiosidad, en la fantasía, en el sentimiento, en la incertidumbre?

Me gusta pensar en ello por placer y porque me ayuda a entender un poco mejor qué mueve a seres como nosotros, vulnerables e inseguros, a abrir un libro y leer.

1 de junio de 2009

Quise llenar de estrellas el corazón del hombre

La Universidad de Granada ha decidido proponer al poeta Marcos Ana como candidato al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2009.

Podrían haber sido más, o menos, pero los promotores han elaborado 23 razones para justificar la candidatura, pues esos fueron los años que pasó encarcelado Marcos Ana durante la atroz dictadura de Francisco Franco. Entró en la cárcel cuando tenía 19 años y salió con 42. Es imposible pensar en ello sin estremecerse. Toda la juventud devastada por el simple hecho de ser comunista. Su delito fue únicamente su forma de pensar. Uno no puede leer su libro de memorias,
Decidme cómo es un árbol, sin pesadumbre, sin rabia. Pero no puede evitar sentir a la vez una confianza inagotable en el coraje, la esperanza y la bondad de los seres humanos.

Uno podía esperar que esa amarga experiencia hubiese hecho del poeta un ser resentido, escéptico, vengativo, triste. Pero no ocurrió así. Por el contrario, tengo la impresión de que Marcos Ana (que es en realidad su seudónimo poético, la suma de los nombres de sus padres: su nombre civil es Fernando Macarro Castillo) abandonó la prisión invicto, animoso, conciliador. Asombra tanta fortaleza, tanta magnanimidad.

En el encabezamiento del Manifiesto redactado en su favor pueden leerse estas palabras suyas:


"No siento ningún rencor; me sentiría muy desgraciado si así fuera. Al haber sufrido tantas calamidades soy incapaz de generar venganza. La venganza no es ningún ideal político ni revolucionario. La única venganza a la que yo aspiro es ver un día el triunfo de los ideales por los que he luchado y por los que tantos hombres y mujeres en España perdieron su vida o su libertad”.


¿Hay más alto sentido de la dignidad y de la benevolencia? Alguien que piensa así, después de tan largas penalidades, está dotado de los delicados dones de la concordia.

He aquí un poema suyo:

Autobiografía

Mi pecado es terrible;
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre.
Por eso aquí entre rejas,
en diecinueve inviernos
perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
ya muerte mi condena,
mis ojos van secando
su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra de arcángel
vengador en mis venas:
España es sólo el grito
de mi dolor que sueña.

En las bases del Premio de la Concordia se declara que "será concedido a la persona, institución, grupo de personas o de instituciones cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o a la defensa de la libertad, o que haya abierto nuevos horizontes al conocimiento o se haya destacado, también de manera extraordinaria, en la conservación y protección del patrimonio de la Humanidad". ¿Creen que erraría el jurado si premiara a un hombre que ha transformado su sufrimiento en testimonio de paz, libertad y cordialidad?